Pienso, luego escribo...

Todavía sigo pensando de qué va este blog.

miércoles, 11 de enero de 2012

Haití, una nueva forma de entender la vida.

La vida allí es como la vida en cualquier otro lugar. Lo que su gente hace a diario no dista mucho de lo que puede hacer cualquiera de nosotros. Los niños juegan y van a la escuela. Los adultos trabajan. Las personas más mayores disfrutan de su tiempo. No, no es muy diferente a una vida normal, esa vida que a ti, a ti, o a ti, incluso a mi nos resulta cuando menos cercana por su semejanza.


Hasta aquí, todo normal. Esto debiera de ser lo habitual. Un párrafo más. Y la normalidad que se encarga de que todo esté en su sitio.

Pero en el caso de Haití las cosas son algo diferentes. Y digo algo pese a que son muy diferentes. En Haití, uno de los paises mas desfavorecidos del mundo y el más pobre y con menos recursos del continente americano, la gente no sólo vive, sobrevive. Y está acostumbrada a sufrir. Demasiado, por desgracia.

Hace dos años fuimos mudos testigos de como un terremoto asolaba a los haitianos dando paso a una de las catástrofes humanitarias más graves de la historia. Más de 300.000 habitantes fallecieron, otros tantos fueron heridos y más de 1.5 millones de personas perdieron su hogar.
La Comunidad Internacional acudió en su ayuda pero ese país quedó herido de muerte.


No quiero perderme en números, ni tan siquiera en lo que supuso para ellos esto. Llevamos dos años escuchándolo, deberíamos ser conscientes de sus dificultades.

Pero sí quiero pararme en un sitio.
Estamos acostumbrados a ver nuestra propia vida también como una manera de sobrevivir. Nosotros también sufrimos, caemos y nos levantamos. Pero... ¿quien de nosotros no echa de menos a alguien que nos anime a seguir caminando? ¿quien de nosotros no agradece una mano que se nos ofrece cuando estamos en el suelo? ¿quien de nosotros no sonríe cuando alguien nos da su sonrisa ante la adversidad?.

Podemos dejar que el tiempo haga su función e ir olvidando poco a poco lo que allí sucedió. Pero también podemos ser aquel que anima a caminar, aquel que da esa mano y aquel que ofrece esa sonrisa. Podemos mirar desde la platea como se levantan solos pero también podemos participar de ello.



Es el momento de actuar, de movernos y ayudar a este pueblo tan acostumbrado a sufrir como a levantarse a seguir mirando el futuro con optimismo e ilusión. La misma que queremos para todos nosotros.
Y podemos, como no, aprender de todo ello. La vida no es fácil, no... pero menos fácil debiera ser para todos quedarnos con los brazos cruzados. A mi me puede. ¿Y a ti?


No olvides Haití. Haití somos todos.